Por: Fr. Adrián Angulo, Ofm
Empiezo este pequeño artículo con la siguiente pregunta: ¿Qué significa Ser misionero? La respuesta quizá, para muchos sería sencilla, pero a la vez compleja.
Asumiendo el camino que nos propone el Vaticano II en sus documentos conciliares, sería compartir la experiencia de vida con el pueblo de Dios, con la comunidad. Caminar junto a ellos en medios de sus dolores, tristezas y alegrías. De estar delante de ellos, conduciéndolos hacia al encuentro con Cristo, donde somos los mediadores y Cristo es la luz que nos ilumina, y a la que todos vamos caminando. De estar en medio de ellos, compartiendo su historia, su vida, haciéndonos uno de ellos, pero sin perder nuestra esencia, dando lo que somos desde nuestros dones y carismas. Y de estar de tras de ellos, animando el camino, levantando a las que se van quedando, y curar a las heridas, para seguir caminando a pesar de las dificultades. En suma, es caminar como Iglesia, acompañando el proceso de vida, la cual nos tiene que llevar, a todos, al encuentro con Dios Padre.
Pero al mismo tiempo, es dejarse acompañar por la misma comunidad, por el mismo pueblo de Dios, ya que con su misma vida e historia nos van mostrando la manera de cómo va actuando la acción de Dios mediante su Espíritu. Esto nos lleva a estar atentos y sensibles a lo que nos puedan ir enseñando mediante su cultura, sus creencias, sus vivencias, su modo de ser y de actuar, para así conectar y entrar a su mundo; para también, ir purificando y transformando aquellos males que van generando muerte y destrucción en la vida personal, familiar y social.
Son todas estas experiencias y muchas otras más, las que vamos asumiendo en esta hermosa selva, en esta bella Misión de Santa Clotilde. Una misión ubicada en el departamento de Loreto, que se extiende por gran parte del Río Napo, todo el rio Curaray y Aravela, colindando entre el puesto de Misión de Mazan y la frontera con el Ecuador. Esta misión está conformada por tres puestos de misión: Tacsha Curaray, Santa Clotilde y Angoteros; y tenemos la responsabilidad de acompañar a 113 comunidades. En este sentido, no es una tarea fácil o sencilla, pero tampoco difícil, ya que llegar a todas estas 113 comunidades requiere sentarse y programar de tres a cinco visitas en el año; y por la situación geográfica en la que nos encontramos, movilizarse resulta costoso, ya que todo es por vía fluvial o río, y el combustible en la zona es muy elevado siendo el elemento principal que genera más gasto; volviéndose un reto y una misión aun mas interesante para los que estamos convencidos y decididos a asumirlo con alegría y responsabilidad la misión, siguiendo el mandado de Cristo, y por ende de la Iglesia y de la Orden de anunciar, a tiempo y a destiempo, la alegría de ser hijos de Dios, la alegría de seguir a Cristo.
Pero, aun así, estamos agradecido a Dios, a la vida y a la comunidad que nos ha acogido, desde que hemos hecho presencia franciscana en esta misión, con los brazos abiertos. Y seguimos caminando y acompañando a esta hermosa misión en todo su proceso de vida. Así mismo, sabemos que todo esto no es posible sin el ánimo, la ayuda y la colaboración de muchas estancias, por lo que estamos muy favorecidos con la Orden de Hermanos Menores, con la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú, con Misión Central, con el Vicariato Apostólico San José del Amazonas, y con todas las personas generosas y de buena voluntad, que hacen posible nuestra presencia, y más aún que, por medio de su ayuda, nos es factible llegar y acompañar a estas 113 comunidades.
Así que, en medio de las dificultades económicas y el costo de vida elevado que existen en esta zona de misión, seguimos caminando con ánimo, llevando siempre la alegría de anunciar a este Cristo pobre y crucificado, que se manifiesta en la vida de todas estas comunidades amazónicas, que a pesar de la situación de abandono que experimentan por parte del estado, de las injusticias que viven por parte de sus autoridades y de la paupérrima calidad de vida que tienen, siendo la anemia la peor de las enfermedades, siguen caminando y luchando día a día con la mira en la esperanza de un mundo mejor.
Y quizá, lo más grandioso que se puede visualizar y experimentar en estas comunidades, a pesar de todo los problemas ya mencionados, es la alegría, la acogida que tienen hacia los misioneros, y con ello, la fe y el amor que muestran a Dios.
Con esto pues, seguimos invitando a que se sigan enamorando de la misión y de la vida que nos va manifestando esta hermosa selva encantadora, con sus tradiciones y misterios. Les invitamos a conocer la Misión de Santa Clotilde y a experimentar el amor y la belleza de Dios en esta parte de la selva peruana.
MISIÓN SANTA CLOTILDE: RÍO NAPO – AMAZONÍA PERUANA
Forma parte del Vicariato Apostólico de San José del Amazonas, siendo nuestro punto de trabajo y apoyo social la Parroquia “Nuestra Señora de la Asunción – Santa Clotilde, apoyando de manera preferente a los niños y niña de la comunidad “Napuruna” para la cual cada año en navidad se realiza una chocolatada, pidiendo para ello el apoyo de los hermanos de buen corazón. En esta misión se encuentran trabajando el Padre Mahicol Hervas Mendez OFM y Fray Adrian Angulo Villacorta OFM, teniendo a las hermanas de San Camilo como apoyo y atención para esta gran obra.
Con pocos años en dicha misión, se tuvo la gran alegría de compartir e impartir el sacramento del bautismo y de la primera comunión a personas adultas de las comunidades de Tacsha Curaray (San Luis, Santa María y Santa Teresa). Así también el reparto de víveres a las madres de las comunidades de la zona, en nuestro espíritu de caridad.
Es importante acondicionar el templo para ello los hombres de la comunidad junto a los religiosos repararon la Iglesia. Reflexionemos sobre el cuidado de la casa común es decir la naturaleza como lo hacía nuestro Padre San Francisco de Asís.