“Señor, ¿Qué quieres que haga?” Es la pregunta que muchos de nosotros nos hacemos en un intento por resolver nuestro futuro y emprender un proyecto de vida que nos permita sentirnos realizados y satisfechos.
Por Fr. Rafael Hurtado Mena OFM (*)
Y es precisamente una pregunta que salió de lo más profundo del corazón de un joven que se encontró con Jesucristo, y que sorprendiéndose de su humana comodidad material y alegría vital, se conmovió por el amor y pasión con los que aquél joven Jesucristo vivió haciendo el bien, testimoniando la paz, y abrazando la creación entera en fraternidad solidaria para sanarla, redimirla y salvarla. Francisco de Asís entendió que el amor puede nos sólo desinstalarnos de nuestras aparentes seguridades, sino que nos puede liberar de vanas ilusiones para amar como Dios ama a su creación entera, y como se apasiona por continuar salvándola con nuestra colaboración.
La vocación franciscana tiene su fundamento en el encuentro personal con el Señor y se inicia con la llamada de Dios y la decisión de cada uno de seguir con san Francisco las huellas de Cristo pobre y crucificado, como discípulo suyo, bajo la acción del Espíritu Santo.
I. La vocación es un don de Dios
La vocación es un llamado que Dios siembra en nuestro corazón, una invitación personal, única e irrepetible, una ruta de camino a seguir que nos ofrece a cada uno de nosotros, y que, ciertamente nos conduce a la mar elevada realización humana. Porque Él nos amó antes de crearnos, porque nos pensó antes de darnos la existencia, y porque nos creó, nos ofrece un proyecto de vida que espera acompañar personalmente si nos disponemos a acogerlo libre y voluntariamente para nuestra feliz realización personal, santificación y salvación junto a otros hermanos.

II. La respuesta del hombre
La vocación se hace realizable y posible como parte de un proceso de diálogo entre Dios y el hombre. Aquella se configura mediante una constante respuesta a un permanente llamamiento de Dios; y cuando Dios llama, Él pone en la naturaleza del hombre las inclinaciones y las aptitudes, de las cuales nace una aspiración hacia la vida consagrada teniendo como centro de nuestra experiencia la vida, afectos, sentimientos, pensamientos y mociones de Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Aquellas emergentes aptitudes, manifiestas en el deseo e intenciones de llevar el modo de proceder humano de Jesucristo, van iluminando la veracidad de la recta intención del hombre que es llamado por Dios.1
En este sentido, aquél debe saber responder a este constante llamamiento de Dios, que durante su vida puede variar y varía en sus múltiples formas y manifestaciones. Así, cada respuesta humana se hace posible, reflexionando sobre nuestras inclinaciones y aptitudes, presentando nuestras intuiciones y deseos internos en oración a Dios, y dejándonos guiar y orientar por quienes pueden y deben acompañar este proceso, humana y espiritualmente, en clave de discernimiento y elección de la vocación a la que Dios nos ha llamado personal e individualmente.
III. Discernir la vocación nos conduce a un desarrollo de vida pleno
“Señor, ¿Qué quieres que haga?” es la pregunta que Francisco de Asís se hizo en el silencio de su corazón, una pregunta en clave de amistad y confianza en el Señor Jesús, que lo llevó a desarrollar una escucha personal y fina a la voluntad de Dios en su vida. Francisco vivió un proceso acompañados de momentos de soledad reflexiva que lo llevaron a una mayor consideración interior para situarse de manera novedosa frente a su presente y su futuro.2 Francisco de Asís, hijo del bien posicionado y rico comerciante de telas Pedro Bernardone, experimento una progresiva interiorización de la mirada de Dios sobre su propia vida, proceso que evidencia momentos fundantes de su vocación acaecidos durante su juventud.
a. El encuentro consigo mismo. Manifiesto a través de un progresivo recogimiento interior acompañado por la oración y la meditación cada vez más frecuentes, conducentes al encuentro con los valores fundamentales de la vida: la oración, contemplación y reflexión como elementos indispensables para un verdadero discernimiento.
b. El encuentro con los pobres. En el encuentro de Francisco con los pobres develó su humana conmoción de sí mismo y de los pobres, ello le ayudo a superar sus prejuicios, aquellos que lo inducían a un rechazo instintivo a la pobreza material, y que finalmente culminó en la identificación con ellos y con la sabiduría de la propia pobreza. Este proceso lo llevó a un cambio radical de su horizonte social con su decidida opción por los pobres.
c. El encuentro con los leprosos. La ocasión del encuentro con el leproso y el beso que le dio, constituye un momento culmen del vencimiento a sí mismo, de expresión de su desprendida misericordia por la humanidad excluida del mundo social. El encuentro con los leprosos no sólo confirma la dimensión social de la vocación de Francisco, sino que dispuso su espíritu para una mejor comprensión de la persona de Cristo Crucificado.
d. El encuentro con Jesucristo crucificado. El encuentro de Francisco con Jesús crucificado confirmó su vocación y elevó su oración a un plano esencial en su vida. A través de la oración Francisco pudo desarrollar aquella íntima amistad con el Señor y la confianza de seguir su voz en clave de libertad y voluntaria obediencia a lo que Él le pidió: “Francisco, ve y repara mi Iglesia que amenaza ruina…”.
e. El encuentro con el Evangelio. Esta experiencia iluminó de manera definitiva la vocación y el camino de Francisco, quien hizo del Evangelio su principal referente y modo de proceder en su vida. El mantener permanente contacto con la Palabra de Dios ayudó a Francisco a crecer en libertad y disponibilidad a acoger la voluntad de Dios en su vida junto a sus hermanos.
f. El encuentro con los hermanos. Francisco no esperaba vivir la experiencia de progresivo dominio de sí mismo, abandono de todo lo que juzgaba superficial y una decidida búsqueda de libertad interior a través de la desapropiación de las cosas materiales; junto a otras personas. Sin embargo, el Señor fue moviendo los corazones de otros hombres, jóvenes y adultos, quienes misteriosamente le ayudaron a perfeccionar su carisma en la Iglesia. Francisco aprendió a recibir a cada hermano como un don de Dios, motivo por el cual experimentaba una gran alegría por la riqueza humana, cultural, espiritual y vocacional que Dios le ofrecía.

IV. Claves para el discernimiento vocacional
El discernimiento es un saludable proceso humano en el que Dios interviene para iluminar la razón y fe de todo hombre, y desde esta experiencia, le permite entender que, entre todos los caminos buenos y posibles a seguir en nuestra vida, Dios nos ofrece uno que es el mayor y mejor para cada uno de nosotros. Discernir no es otra cosa que elegir, libre y voluntariamente, de entre lo bueno y las buenas opciones que tenemos en la vida, lo mejor para nuestro bien y plena realización; y siempre confiadamente para mayor gloria de Dios. Por ello, resulta saludable hacer un itinerario humano y espiritual que disponga toda nuestra memoria, entendimiento, libertad y voluntad para conocer la voluntad de Dios en la vida siguiendo unos pasos esenciales:
- Hacer una revisión de nuestra historia de vida
- Orar sobre nuestra historia de vida
- Pedir a gracia y claridad de entendimiento a Dios para hallar su voluntad en nuestra vida.
- Ponerse en manos de un acompañante espiritual durante el discernimiento para compartir las resonancias espirituales.
- Hacer sana y libre elección ponderando la voluntad de Dios en nuestras vidas.
- Vivir la vocación a la que hemos sido llamado confiando en Dios y en su gracia.
V. La vocación franciscana: viviendo apasionados por el Reinado de Dios en el mundo
La vocación consagrada franciscana se configura a partir del encuentro personal con Jesucristo quien suscita en la vida de cada persona un camino a elegir en el que nos ofrece su gracia y permanente compañía, y que nos conduce a nuestra plena realización. La vida consagrada, tras las huellas y enseñanzas de Cristo el Señor, es un don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu.3
Por ello, la vida franciscana acoge y profesa los consejos evangélicos como el modo más cercano de seguir a Jesús virgen, pobre y obediente en medio del mundo, como forma de compartir la vida en medio de su Iglesia, y aproximando, a la vez, el Reino de Dios que ya actúa en la historia, pero espera su plena realización en el cielo. Así, los hermanos de la Orden de Frailes Menores vivimos nuestra vocación franciscana como:
- Hermanos menores seguidores de Jesucristo. La vida de los Hermanos Menores consiste en seguir más de cerca a Jesucristo bajo la acción del Espíritu Santo, fieles a la propia vocación de menores, mediante una continua conversión del corazón, según la forma observada y propuesta por san Francisco.
- Ofrenda total a Dios. Para seguir más de cerca las huellas de Jesucristo y observar fielmente el santo Evangelio, los Hermanos Menores viven la alianza con Dios consagrándose totalmente a él en la Iglesia, mediante la profesión religiosa, para el bien de los hombres. El Hermano Menor está llamado a «observar el santo Evangelio viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad», ayudado por la gracia del Señor y por el vigor de la caridad fraterna, según el espíritu de san Francisco.
- Hombres libres deseosos de cultivar el espíritu de devoción y oración. La vida de seguimiento de los Hermanos Menores está apoyada por una experiencia de fe, alimentada por la palabra de Dios y el encuentro personal con el misterio de Dios en Jesucristo por la potencia del Espíritu Santo.
- Hermanos menores agradecidos por el don de la fraternidad. Siguiendo las huellas de Cristo pobre, humilde y crucificado, que reunió en torno a él a los discípulos y les lavó los pies, los hermanos viven en fraternidad, en la donación y el servicio recíprocos. El Hermano Menor progresa en el conocimiento y en la aceptación de sí mismo y de los demás cultivando intensamente el espíritu de familiaridad, de modo que la fraternidad entera se convierta en el lugar privilegiado del encuentro con Dios.
- Fieles hombres de fe que transitamos esta vida en minoridad. Para conformarse a nuestro Señor Jesucristo, «que se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte» (Filipenses 2, 8), los hermanos menores consideran la minoridad como elemento esencial de su vocación específica y la viven fielmente en pobreza, humildad y mansedumbre, entre los más pequeños, sin poder ni privilegio.
Joven, tú también puedes ser franciscano
Nuestro padre San Francisco de Asís vivió un proceso de encuentro consigo mismo acompañado de momentos de incomprensión y en ocasiones de dolor, pues este caminar supuso la ruptura con su pasado, es decir, el cambio de su proyecto personal en el que consideraba la riqueza, fama, honor y una vida acomodada, por el proyecto de Dios. Un camino que ciertamente presentó dificultades pero que Dios acompañó con mucha gracia y bendición educándolo en la fe, la caridad y esperanza y haciéndolo partícipe de su propio Misterio Pascual conducente a la conversión y salvación de muchos hombres. Al igual que nuestro Padre San Francisco de Asís, muchos hombres nos hemos sentido llamados a seguir más de cerca a nuestro Señor Jesucristo compartiendo una vida con sabor a Evangelio, viviendo los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, y haciendo posible el Reinado de Dios en nuestros días. Es así como nace la Orden de Frailes Menores, orden que viene haciendo presencia en el Perú por más de 476 años, más de cuatro siglos de historia en la que tú también puedes ser protagonista al compartir nuestra experiencia:
- Siguiendo a nuestro Señor Jesucristo
- Buscando la paz y el bien
- Anunciando el Santo Evangelio en minoridad y fraternidad
- Cuidando de la creación y de la casa común
- Promoviendo la justicia y bienestar entre los más débiles y pobres.
Si llevas a Jesucristo presente en tu vida, si te apasionan los sueños de fraternidad universal y amor por los más débiles y pobres del mundo, si te sientes atraído por una vida consagrada en fraternidad y minoridad dedicada a la oración, estudio, y servicio misional te invitamos a ser parte de nuestra experiencia de hermanos menores en la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú.
(1) Mankeliunas, M. Orientación profesional y vocación religiosa. En: https://revistas.unal.edu.co/index.php/psicologia/article/view/32496. Consultado el 17 de julio de 2022 a las 17:59 horas.
(2) Uribe, F. El proceso vocacional de Francisco de Asís. En http://www.franciscanos.org/formacion/uribe.htm. Consultado el 16 de julio de 2022 a las 10:32 horas.
(3) Juan Pablo II. Exhortación Apostólica Post Sinodal Vita Consecrata. Numeral 1.
(*) Fray Rafael Hurtado Mena, OFM.
OFICINA DEL CUIDADO PASTORAL DE LAS VOCACIONES.
Promotor Provincial de las Vocaciones Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú
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